viernes, 4 de junio de 2010
Malice II
John 5 cada nuevo disco desafía al anterior. Con melodías diversas y temáticas variadas en los nombres de sus letras ; John 5 nos puede hablar en una canción de un asesino serial con las notas más alegres y campiranas de su repertorio y a la siguiente canción puede estar retratando el día de su cumpleaños con los acordes más nostálgicos para la ocasión (July 31st The last stand); hablamos de The Devil knows my name, disco que precede a The Art of Malice (2010), y que se caracterizó por haber sido introvertido en lo plasmado por John 5, en cuanto a tratar temas cotidianos de su vida, pero que al mismo tiempo fue capaz de volverse extrovertido en las emociones que buscaba transmitir a los escuchas, todo envuelto en una “capa” de suspenso que a menudo fue adornada por toques de blues y country.
Con The Art of Malice, en 2010, John 5 nos hace un recordatorio de lo que para él es aquel lado “oscuro” que ha intentado plasmar en sus trabajos a lo largo de su trayectoria musical. Aboga por la malicia que todos contenemos pero que se ha banalizado cada vez más a menudo con las infamias del hombre; desde las guerras por dinero, hasta los crímenes por raza, el ser humano se ha encargado de vulgarizar la maldad al punto de concebirla como un simple combustible para la perversión de los más poderosos. El arte, presente en la totalidad de nuestros alrededores ha sido el encargado de dar la gracia a lo más simple y dar la solemnidad a lo magnífico; The Art of Malice cita los principios de la maldad, aquella que estilizó Maquiavelo, ese Maquiavelo que todos mal recuerdan cada vez que se encuentran a algún gobernante déspota o autoritario, pero que no son capaces de identificar como el verdadero “príncipe” de lo malicioso y lo perverso. Si bien Nicolás Maquiavelo defendía el total uso de las facultades de poder sobre cualquier ente, también era partidario de ese estado de bienestar en donde todos recibieran lo justo sin basarse en el atropello o en la crueldad, se trataba de un Estado regulador que, si bien no estaba abierto a todos, brindaba la seguridad de ser una organización destinada a mantener a un pueblo de pie.
Hoy en día, con el arte como expresión y la malicia, el odio o la venganza como principal motor, existe mucha gente interesada en expresar sus sentimientos de repudio hacia un régimen que no los identifica, que no los representa; busca una manera de gritar, de escupir el sistema; una forma sin duda es la música, mucha gente más se manifiesta en las calles, otras hacen huelgas de hambre; todos con la misma sensación de descontento generalizado. El Arte de la Malicia no es propiedad de los de arriba. Acostumbrados a ser los que reciben la maldad o desigualdad, se piensa que los únicos capaces de joder son los más poderosos. Pero es precisamente en este punto en donde entra la verdadera expresión de Arte: El Arte es un estilo de vida, son sentimientos, son pensamientos de inspiración; el Arte es humano, y los únicos humanos que quedamos en este mundo somos los que quedamos abajo, somos a los que llaman escoria los poseedores del arte. Los de arriba han olvidado todo, tienen dinero, bombas y corporaciones, genial lo tienen todo, pero han olvidado controlarla individualidad de todo aquel que quiera ser artístico.
La malicia la tenemos nosotros, la tenemos entre las manos. Nosotros seremos capaces de boicotear este mundo que parece tirado a la infamia. Nuestra malicia es decir No a lo que está mal. Nuestra malicia es defender a los que menos tienen, incriminar a los tramposos, dejar de avivar a los abusivos. Como bien dicen aquí, cada uno es libre de irse a consumir Mcdonalds, de dar dinero a coca-cola para que termine de exprimir los recursos naturales que ya se ha robado. Cada uno decide cerrar los ojos y decir que todo está mal o levantarse y darle un zape al de a lado para que reaccione y en vez de llorar vea por los suyos, o mínimo por él mismo. Somos capaces de actuar, de idear, de jugar al artista y es lo que muchos de nosotros hemos olvidado porque nos sentimos atrapados en éste sistema “impenetrable y perpetuo”. La juventud piensa que si no es por los medios, que si no es en un espectacular, su voz no será escuchada; han olvidado aquellos principios básicos de comunicación que te obligan a comentar de oído en oído, de uno en uno, sin ser necesario un medio masivo o el dinero para expresar tus ideas. Estamos inmersos en la apatía global que nos lleva en espiral a comportarnos como corderos angelicales, hemos olvidado la malicia, se nos olvida que aún podemos gritar y patalear y gastar todas nuestras energías como adolescentes en renegar que no nos gusta el país en donde vivimos. La malicia es para el que tiene ganas, el arte para el que busca idear la forma de materializar sus ideales; no importa que como jóvenes no estemos en la élite del poder, estamos en la élite del conocimiento como universitarios y eso es más que suficiente como punta de lanza para agotar nuestras inquietudes; para no defraudar a nosotros mismos, para no ser parte de una generación, como tantas, que le va a dejar a sus hijos un pueblo más jodido.
Si los mismos gringos se dan cuenta de que dentro de su burguesía hay grietas que de repente afectan a los que no tenían la culpa. No es necesario que con un estilo telenovelezco venga Michael Moore a decirnos que debemos unirnos a esa rebelión ideológica en dónde repudiemos y enfrentemos lo que no es justo, no es necesario que un gordo bonachón nos lo diga… lo vivimos a diario. ¿Qué vamos a hacer ahora con Arizona, qué haremos con el SME? No cierres los ojos, no te sientes a esperar el boletín informativo; tan fácil es de olvidar lo sucedido que sentado no lograrás llevar más allá la “crítica” que dices tener. No podemos sentarnos a ver como nos están matando; la malicia, o como lo quieras llamar, tenacidad, pericia etc. es lo que te salvará individualmente en tu “propia lucha” en algunos años cuando lleguen las futuras generaciones, te miren con asco y te pregunten: Y tú compa, qué hiciste para que la gente en México no se siguiera muriendo de hambre…
Vamos, todos se dan cuenta. Sólo es cuestión de actuar, no es necesario que alguien los dirija, no es necesario que alguien más tonto que ustedes se los diga…
domingo, 25 de abril de 2010
Sobre verdad y mentira...
En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, en una hora del día que jamás fue concebida por la naturaleza existió un poco famoso niño pintor al cual sus papás nunca le enseñaron lo que era arte. A los tres años de su prolongada vida el niño pintor había experimentado el placer de pintar; pintaba cosas borrosas, pintaba con acuarelas; se regocijaba de sus creaciones y en su ignorancia, seguía pintando sobre el mismo papel hasta destruir su obra, dando por seguro, que la siguiente obra que hiciera sería mejor que la anterior.
Para sus padres, este niño canalla, no era más que un destructor de papel: un derrochador de pintura. Llegaron los cinco y los seis años y el niño pintor a falta de su concepto de arte, no sabía qué hacer con cada obra terminada y en un ataque de locura artística continuaba destruyendo cada lienzo que concluía. Pintaba nubes rojas, arboles de metal y pájaros de fuego; hacía orgias de colores desbordantes; combinaba colores cálidos con colores de hielo, odiaba los cubos y por eso siempre pintaba círculos. Sus padres se veían alarmados por el inusual comportamiento de su hijo y es por eso que decidieron dejar continuar al niño pintor sin el concepto de arte.
Así pasaba cada tarde después de la escuela hasta esperar el ocaso y la hora de ir a dormir. A sus seis años el niño pintor había tomado el habito de mancharse las manos con pintura, de llenarse los cachetes y de limpiarse a punta de abrazos con el pobre perrito blanco que tenían, que ahora más bien, su pelaje ya era de un color purpura verdoso. Sucedió que sus papás habían olvidado el concepto de arte, no encontraban una palabra para catalogar lo que su hijo hacía cada tarde volviendo de la escuela; así fue que ante la negativa del niño pintor por querer aprender a leer en la escuela y sus bajas calificaciones, sus padres aprovecharon para castigarle prohibiéndole lo único que le importaba que era pintar.
Con nueve años cumplidos el niño pintor tenía problemas con su clase de lectura; sacaba malas calificaciones y hablaba poco cuando le preguntaban algo. No es que el niño pintor no supiera leer, es que simplemente no lo quería hacer; los cuentos del libro de cuarto grado no concordaban con lo que el niño pintor había experimentado en sus pinturas. En los libros de lectura existían osos de tres metros de altura, pájaros que cantaban el do re mi fa sol la si; sirenas pelirrojas que buscaban príncipes marineros, soles amarillos que calentaban una tierra fértil; el niño pintor leía cosas que no quería entender porque él carecía del concepto de arte. Para el niño pintor era inconcebible un oso pardo color café de tres metros porque el niño pintor en sus pinturas, lo había divisado con dos cabezas y de un tono carmesí bebiendo una soda en medio del desierto. Para el niño pintor no había límites en las palabras y era por eso que prefería pintar, porque para él no existían las sirenas submarinas, para el niño pintor una sirena era un pez que había decido un día vestirse con medio cuerpo de mujer. En una abstracción imaginativa, el niño pintor no correspondía con el pensamiento de su clase, ni al de sus padres ni al de nadie. A su poca edad prefería quedarse con un mundo propio creado en sus pinturas y enfocó su mundo hacia la posesión de lo que él podía crear en las pinceladas de sus obras de no arte.
Así fue como finalmente el niño pintor consiguió el permiso ó los medios para seguir llenando de colores los blancos inanimados de sus lienzos. Influenciado por los libros académicos el niño pintor se había llenado de cierta manera de los conceptos que no cuadraban con su pensamiento pero que por necesidad tuvo que absorber para ser aceptado en su cruel entorno. Comenzó a pintar colores, pintaba el Do de las aves, pintaba el chasquido de las ramas al romperse; pintó toda una oda del derretir de la nieve sobre el cielo. El niño pintor había conseguido poseer su realidad porque era palpable en sus pinturas, prefería no hablar y no leer porque al hablar sentía que la idea se escapaba, no había mayor banalidad en las creencias del niño pintor que hablar y catalogar la naturaleza sin poseer lo que pensaba.
Transcurrieron los años de escuela sin ninguna novedad, -salvo que su padre había muerto apenas el niño pintor había entrado a la universidad- llegó la adolescencia del niño pintor (que está claro que ya no es un niño pero por comodidad lo seguiremos nombrando así) y éste continuaba en esa lucha interna por poseer lo que se piensa y por no encajar en los grupos donde debía desenvolverse. Sucedió pues, que nuestro niño pintor se enamoró. Cada mañana la veía paseando por la plaza escolar y sabía él, ella era la verdadera razón por la que seguía estudiando. Para el niño pintor estaba claro que nunca había existido empatía con el estudio de las ciencias ni de ninguna otra cosa, por lo que en éste momento nos referimos, no había mayor deleite para él que mirarla a lo lejos con su cabello largo y su mirada estrechamente lejana. Demasiado tímido y poco lúcido en las relaciones interpersonales, al niño pintor no le quedaba más remedio que por las noches vanagloriarse en sus papeles pintando a su amada con cabello que arrastraba hasta sus pies y con un color verde magnífico como el de aquel moho que crece en los pantanos. Cada noche el niño pintor llevaba al éxtasis sus delirios y la pintaba en medio de los huracanes más salvajes; creaba oleajes de lava purpura que cubrían el cuerpo de su amada hasta dejarla desnuda. Pasaba horas sin sueño y sin cualquier otro interés fisiológico, bastaba con recordarla un poco, para que el niño pintor se sumergiera en las alturas de la posesión de su amada que ahora en sus obras y en su realidad, la había hecho prisionera.
Fue tanta la abstracción del deseo de un mundo propio, único e irrepetible, que el niño pintor había logrado deshacer todas las metáforas que daban por verdades de aquel mundo primitivo al que nunca se había adaptado. Para el niño pintor el camello ya no era camello por el hecho de nombrarlo, el camello de ahora en adelante sólo existiría si lograba poseerlo en la imagen de su pintura. Llegó el punto al que nuestro niño pintor perdió la conciencia de sí mismo para convertirse en el creador de lo que él consideraba realidad; entonces ahora el niño pintor poseía entre sus obras a los más grandes halcones inanimados y a los más diminutos dragones, que en sus obras, eran mascotas de su amada.
Sin otro fin que el de concebir lo que le dictaba su imaginación el niño pintor había abandonado todo interés que le impidiera estar junto a su enamorada en una cálida pintura. Entonces aconteció que embelesado por la estrechamente lejana mirada de ella, el niño pintor decidió darle movimiento a sus pinturas; decidió que ahora el oleaje que había pintado del cielo tomaría movimiento para derramarse sobre los tres soles que existían en el planeta que había pincelado. Ahora bien, el niño pintor había sobrepasado el mal enseñado concepto de –estático- el cual le decía que ninguna foto o dibujo era posible que tuviera movimiento. Cabe destacar que tampoco en la escuela tuvo la instrucción de lo que era arte por lo que el niño pintor siempre padeció la carencia de concepto artístico en sus figuras.
Cuan fantástico le resultó la decisión al niño pintor, que ahora en sus pinturas en movimiento no existían las letras ni las palabras. Había logrado reunir entre sus lienzos a su única princesa amada y los más grandes objetos que jamás divisó en otra parte. Sin palabras, sin letras y sin diccionarios que conceptualizaran sus obras, ahora nuestro niño pintor era el creador de reuniones espaciales en donde el único rey y dueño era él y su amada. Cada nuevo día el niño pintor le pintaba a su amada una cascada ascendente que la llevaba a los mares rojos donde al sumergir su cuerpo salía pintada de un dorado deslumbrante pero capaz de ser mirado fijamente. Sin sonido y sin otra cosa que no fueran oleajes de colores nuestro niño pintor no podía ser más dichoso que pintar para su amada princesa cromática.
Pasaron los años y el niño pintor envejeció entreteniendo con pastas coloridas a su doncella. Empezó a notar que su amada ya no era feliz dentro de su pintura, la notaba deslavada y con matices lúgubres que le transmitían hartazgo y hostilidad. Durante mucho tiempo el niño pintor la había hecho volar por sus mares; le había regalado islas en el espacio; hizo resbaladillas en los cráteres de la luna solamente para que ella se divirtiera. Mayor esfuerzo en la humanidad por conservar la aprobación de un ser amado jamás existió. El niño pintor le enseñó el infierno, le permitió a su amada contemplar a Dios, jugaron entre los pastizales tropicales rodeados de larvas gigantes para darle más emoción. El niño pintor agotó sus recursos para pintar el más maravilloso castillo sobre un árbol de fuego que ninguna princesa pudo haber soñado antes: le dio todo lo que su imaginación pudo concebir pero luego de tantos años, ella parecía haber llegado al límite de la saturación.
Aconteció entonces que al verse reflejado en uno de los lagos dorados de su creación, el niño pintor descubrió que ya era demasiado débil para intentar seguir haciendo feliz a su princesa. Sus brochas al fin se habían desgastado y él ahora era incapaz de levantarlas para siquiera regalarle una nueva luna a la dueña de su existencia. Incapaz de contener el movimiento de su pintura, los tres soles comenzaron a marchitar a su dulce amada. Uno a uno cayó cada grano de arena con la que el niño pintor la había concebido. Su vestido cayó en girones y se convirtió en aves que escaparon a su refugió solar. Impotente por no poder ni siquiera pintar sus propias lagrimas el niño pintor comprendió que había llegado el punto cúspide y más artístico de toda su vida. La arena de las manos de su amada fue arrastrada por los salvajes vientos morados que existían; los tres soles cayeron para ceder a la morada noche que sucedía y se abrió el cielo para derramar la tormenta más abultada en matices oscuros que jamás existió para finalmente derramarse sobre el niño pintor que había decido volver a hacer estática su obra; encadenándose así a la obra más artística de la humanidad cuya única firma fue la muerte del niño pintor derramando su sangre verde carmesí más allá del lienzo de su pintura, que aún después de muerto amenazaba con limitarlo; y regalándonos al fin, la única obra de arte que pudo concebir nuestro amado y poco famoso niño pintor.
sábado, 24 de abril de 2010
Ola Francesa. Saludos
Si como una ola de azul turquesa mi vida fuera, improvisaría por las calles cada movimiento por donde quisiera enviar una mirada. Jugaría con cada detalle del ambiente y me detendría a enfocar una a una las hojas que caerían de todos los árboles otoñales. Extasiado por las pinceladas de algún vestido capturado entre mis ojos encuadraría todo lo que pudiera ser a través de mi ventana con vista a mi propio comedor. Dejaría en suspenso cada movimiento mío para insinuar lo que viene en la próxima escena de mi vida; aprovecharía cada cambio en la intensidad del oleaje para hacer un retroceso de lo que he vivido y así no poder perderme ninguna acción de mi presente. La elipsis azul completaría mis pensamientos y la discontinuidad en los azules serían mi mejor aliado para expresar una a una mis acciones; sin dudad las calles de parís serían mi arena, si como una ola de azul turquesa y francesa mi vida fuera…
Si pudiera viajar entre el oleaje audiovisual jugaría al loco en alguna fiesta parisina. Sería el personaje principal de algún experimento de Jacques Rivette; podría ser un personaje de suspenso dentro de un drama estudiantil; sería paranoico ante el amenazador mundo moderno; tomaría elementos de thriller, angustia. Podría sumirme en un extraordinario ambiente de opresión y onirismo, mi vida se marcaría con diversos toques simbólicos y surrealistas; sería un suspenso, estaría al filo de la expectación, todo para finalmente gritar que al igual que a Rivette París también nos pertenece.
Si la marioneta de algún relato de Claude Chabrol yo fuera, sin duda, sería yo el personaje principal de la historia; dentro de una trama simple mi personalidad sería la más compleja. Gracias a Chabrol mi personalidad construiría el interés del espectador; con tramas simples atraparía la atención de todos porque mi vida tendría un sentido teatral; mis maneras estarían definidas o indefinidas entre una superficialidad y una profundidad, entre el misticismo y lo terrenal. Mi personaje, yo mismo, se tornaría en un elemento menso directo, un poco más sutil para hacer más interesante mi vida ante los ojos de mis espectadores. Si una creación de Claude Chabrol yo fuera tendría influencia en mis acciones a Hitchcock, Fritz Lang o seguro a Ernst Lubitsch, entraría en ese arte de las apariencias. No jugaría a las suposiciones, más bien, atraparía con una personalidad nada definida.
Si mi vida una ola fuera, jugaría al don Juan en las obras de Godart; esperaría las tardes para salir como prófugo a cazar jovencitas veinteañeras de los parques. Sería listo, sería inteligente, podría amoldarme a las necesidades de cualquier carita tierna que encuentre un poco de virtud en mi peinado. Me daría tiempo para apreciar la realidad; filmaría todos los caminos de la ciudad, retrataría cada coche, cada exterior no querría que se me escapara. Le daría ese toque documental a mi visión, lo mezclaría con sucesos de ficción. Si Godart fuera el encargado de planear mi vida, el retrato de ésta iría pegado a mi hombro porque iríamos al filo de la cámara en mano; sin duda conocería a Anna Karina, compartiría cuadro con ella; mi vida estaría influenciada por cada musa que Godard se fuera encontrando. Como en Vivir su vida sería un testigo de las “aventuras de Anna Karina, o mejor aún, podría ser yo el proxeneta que la roba al negocio de la prostitución.
Si Godard filmara mi vida nos daríamos tiempo hasta de volvernos al maoísmo, podríamos criticar dentro de la izquierda radical; sería yo el protagonista de algún mensaje a favor del marxismo-leninismo. ¡Armaríamos la revolución! O al menos de eso intentaríamos hablarle a los jóvenes contemporáneos. Sería un personaje revolucionario dentro de un ambiente de protesta, de lucha. Si Godard fuera mi titiritero sin duda nos divertiríamos mucho. Así como en Todo va bien experimentaríamos hasta dónde se pueden mezclar los temas románticos con los ambientes de miseria; dentro de una misma huelga Godard me haría actuar irónico y hasta satírico con tal de dejar algún mensaje de crítica de nuestros tiempos sociales.
O mejor aún, y dentro de este romanticismo, si mi vida conducida por una ola francesa fuera estoy casi seguro que caería en las redes del buen marinero Éric Rohmer. Con sus Cuentos Morales me vería embelesado o más bien, intrigado sobre aquellos comportamientos que hacen que el individuo “actúe” sin realmente querer hacerlo, comportamientos que lo hacen ir por ambientes que desafían no sólo la voluntad de la persona sino también la propia esencia; pensaría en las banalidades de las que está rodeada la vida, hablaría de esas palabras que se “dicen” pero que al mismo tiempo ocultan mucho. Si Rohmer fuera mi creador quizás yo sería de un oleaje más apacible pero no por eso menos intrigante.
Si como una ola de azul turquesa mi vida fuera no podría elegir entre tantos matices, no podría ponerme de acuerdo para decidir a qué profundidad querría que estuviera mi ola. Con una gama de oleaje interminable mi vida sería un abanico de posibilidades. Quizás un día despertaría siendo Antoine Dionel y no sería más que un retrato de la vida de otro. Francois Truffaut contaría la historia a través de mis palabras, ejemplificaría la crudeza de una niñez generalizada en la Francia de finales de los años cincuenta; con cuatrocientos golpes habría suficientes motivos para justificar el turbulento camino que muchos hijos adoptan gracias al descuido de sus padres. Si Truffaut fuera mi creador, tomaría la cámara como un confidente de lo que no me gusta; plasmaría con mi visión todo aquello con lo que no estoy de acuerdo, la miraría; observaría pro primera vez como se desplaza, siendo yo Antoine Dionel sería el mismo retrato de mi autor lo que yo vería.
Con Truffaut un buen día podría despertar siendo Jean-Pierre Léaud y podría darme cuenta que he crecido y que soy un licenciado del servicio militar; que ahora mi novia se llama Christine y que lucho el día a día para poder ser feliz. Sin lugar a dudas con Francois Truffaut tendría un toque mucho más cotidiano; mi vida estaría más apegada a lo común. Buscaría el amor peor también me centraría en intentar sobrevivir; plasmaría mi esencia con base en mis acciones. Haría un carácter basado en mis carencias y en mis logros.
Sin embargo ahora me doy cuenta de que si como una ola de azul turquesa y francesa mi vida fuera no sería yo precisamente el que me observaría y entonces no tendría sentido no poderme actuar dentro de este gran oleaje. Apartado de lo afrancesado creo que he sido destinado a observar lo que han dejado tan mágicos cineastas escapar entre sus lentes. Misión aparte es convertirme en protagonista pero de un cine observable a la realidad de quienes me rodean. Mi vida dentro de una ola francesa es interesante, fascinante sería la palabra correcta, pero es mejor seguir caminando por las costas de las diferentes corrientes con el único fin de disfrutar lo que nos han dejado los grandes marineros y poder comenzar a construir nuestro propio puerto.
Fin.
Referencias consultadas:
-Youtube
El amor por tierra (L'amour par terre) Jacques Rivette 1983
Pierrot le fou Trailer (Jean-Luc Godard, 1965) - Subtitled
Les Biches (1968) 1/9
L'amour l'apres-midi * Love in the Afternoon * Eric Rohmer (English & Spanish Subtitles)
Etc.
Etc.
-http://cineojo.blogspot.com/2005/12/la-nueva-ola-francesa-1958-1962.html
http://www.jornada.unam.mx/2008/06/29/index.php?section=opinion&article=a12a1esp
Acerca de lso movimientos revolucionarios...

La Culpa la Tiene Fidel (La Faute à Fidel)

Trailer: La Culpa la Tiene Fidel (La Faute à Fidel)
Dirección: Julie Gavras
Actores: Nina Kervel-Bey, Julie Depardieu, Stefano Accorsi, Benjamin Feuillet, Martine Chevallier, Olivier Perrier
Guión: Julie Gavras
Producción: Films du Worso, Gaumont
Duración: 99 minutos
Género: Drama
Producción: 2006
Sinopsis: Para Anna, 9 años, la vida se desarrolla apacible y confortablemente entre su escuela religiosa y la casa de sus padres. La única sombra en ese cuadro ideal es un tío, allá en España, que lucha contra Franco. Un comunista del cual no se debe hablar. La detención y la muerte de este tío, un viaje a Chile son eventos de los que Anna no percibe la importancia pero que transformarán profundamente a sus padres. Sus nuevos encuentros son fuertes, su comprensión del mundo se enriquece.
de... El día que me encontré en el parque
La frontera es tu imaginación, me encontraba despierto.
Ayer por la noche caminé. Un perro tirado a mitad de la banqueta, forma peculiar de dormir pensé; esa no fue mi sorpresa hasta que me acerqué un poco más. Los ojos perdidos, la boca media abierta y una cuerda amarrada a su cuello acusando el delito. Me detuve para grabar bien una fotografía, no parecía haber alguien cercano, no supe quién era el responsable ni mucho menos con qué fin lo había hecho.
Cuándo venía de regreso hacia mi casa pasé por el mismo lugar. Esperaba que se tratara de alguna alucinación, quería llegar a contar que había visto un perro abatido y que cuando volví ya no estaba, pero no sucedió así. El perro se mantuvo ahí, inerte. Pasé a un lado, no quería hacer ruido, no había necesidad de llamar la atención; quise ser serio y mantener la calma; sentí que algo detenía mi pie izquierdo, era él. Pero él no me dijo nada, no se movió ni susurró palabra alguna, era su cuerda la que sin explicación estaba enredada en mi zapato. Levanté el zapato y decidí volver a casa, lo medité toda la noche y al día siguiente encontré la respuesta.
Quise ir al medio día a la misma banqueta de la noche anterior. Existe un parque cuyo una de las tres entradas da directo a aquella banqueta. Pensé en entrar por ahí pero el cadáver ya no estaba. Entré al parque, dos niños se columpiaban; uno muy delgado, tenía una playera blanca y un pants azul. El otro era un poco más grande, quizás diez años, más corpulento; entre ellos no hablaban sólo se escuchaba el rechinar de los hierros.
Me senté cercano al área de juegos y prendí un cigarro. Meditaba lo que era mi vida, lo que sería de aquél perro y lo que será de esos dos niños. Qué curioso es el silencio, pensé, mientras se combinaba con los hierros en movimiento. De alguna forma me sentía tranquilo, no quería pensar hasta que llegó él, sin darme cuenta estaba a mi lado: ¿por qué fumas? Me preguntó, no lo sé, lo miré, es algo que me hace sentir bien, no entiendo por qué lo hago, le dije; debe ser algo absurdo, susurró. ¿De dónde eres? De aquí y de allá, no somos de ningún lado, contestó. ¿Y tu amigo? (preguntaba por el niño que parecía menor) Ahora viene, fue a traer algo.
Miré al otro lado y ahí estaba su amigo, traía una cuerda en la mano derecha. Él niño con el que platicaba se apartó mientras el otro llegaba, se acercó. ¿Qué haces con esa cuerda? La encontré, me gustó y la traje; ¿quién eres tú, qué hiciste? Le pregunté mientras lo miraba fijamente. Esa no es la pregunta, me dijo, la pregunta es ¿Qué haces tú y qué es lo que serás?, yo sólo tengo 9 años, me sonrió. ¿Tú lo mataste? Le dije, ¿matar qué? yo vengo llegando.
Tenía 10 años más que ese niño y no podía encontrar diferencia en nuestra actitud. ¿Sabes por qué los pájaros vuelan? me preguntó ansioso: sus alas los hacen poder ir a donde quieran, le respondí. ¿Y las estrellas?, ¿por qué las estrellas pueden volar?; las estrellas no sé si vuelen, le dije, las estrellas simplemente están ahí, cuando nacemos están ahí y cuando muramos es probable que ahí sigan, no sé si vuelen, sé que pueden brillar porque tienen un fuego interno, un fuego en su centro como tú o como yo. Hay estrellas que brillan pero no se ven, es como sucede con las personas, hay gente que puedes ver pero que nunca conocerás, las estrellas están, siempre brillan pero hay veces que no las ves, puede ser que brillen para alguien más en ese momento.
¿Y el mar?, ¿por qué el mar tiene olas?: son los azules heridos que caen del cielo, hay todo un universo que nunca conoceremos pero sabemos aguarda a que nosotros lo nombremos. El mar tiene olas porque es libre, vive exiliado de un paraíso terrenal sin embargo dentro de sus propias olas se entiende su libertad. ¿Y yo?, ¿yo podré ser libre alguna vez?, me miró con ilusión; eso depende de ti le dije, la frontera es tu imaginación, tu universo puede ser tan grande como tu mente lo quiera, no hay limites siempre y cuando te resistas a ser como los demás. Lo miré al terminar la frase. Me sentía a gusto platicando con un niño de 9 años. Los mares nos salpicarán de plata, proseguí, si te acercas a la orilla del mar verás que toda esa agua es una marea de posibilidades, solamente es necesario acercarte a la orilla para poder tomar un poco de la sabiduría del mar, no te quedes en la tierra, la tierra es buena pero existe el espacio.
¿Algún día seré cómo tú?, me miro intrigado, es probable, espero que no, le contesté. Tienes tantas preguntas que cuando llegues a esta edad enloquecerás como yo. Ojalá que cuando llegues a mi edad hayas descubierto lo que yo aún me sigo preguntando. No me recuerdo a la edad de 9 años pero la curiosidad que ahora tienes tradúcela en acciones, no esperes a encontrar a alguien como yo para preguntar, busca tus propias respuestas, explóralas y créalas, así es como serás libre. El niño se quedó callado y dio medio paso hacia atrás.
Yo no lo maté, me dijo. No dije que tú lo hayas hecho, quizás fui yo y no lo recuerdo, le contesté. Era un perro de la calle, es probable que estuviera cansado, ahora es un espacio más dentro de la atmósfera. EL espíritu es lo que te hace espacio, ahora que ya no hay espíritu se convierte en un espacio más. ¿Qué es la muerte?, me interrumpió; la muerte es nuestro límite, podemos ser todo menos muerte. No he conocido alguien que haya podido ser libre más haya de la muerte, ¿y qué hay más allá de la muerte?, no lo sé, todavía mi imaginación no logra llegar hasta ese lugar desconocido. Esa cuerda es un ejemplo de lo que hacen las manos del hombre: aprietan a los suyos, los asfixian. La muerte se puede justificar de muchas maneras, el perro de anoche ya no sufrirá, ya no tendrá que pararse en nuestra frontera terrenal, y ano podremos hacerle más daño.
No era la voz de mi mamá la que se escuchaba pero sabía que me llamaban a mí, volteó el niño y en seguida me dijo que debía irse. ¿Cuándo te encuentro?, le pregunté; no lo sé, contestó, yo ni siquiera he estado aquí, quizás mañana igual que como al perro a mi no me encontrarás en este lugar.
No sé si sea sano pero igual que como al perro asesinaré el recuerdo de ese niño. No buscaré volver porque sé que no lo encontraré. Mi vida es un instante y al igual que el niño seguiré preguntando a toda persona que me encuentre en mi camino, puede ser que en una de esas veces encuentre la respuesta adecuada.
Doloroso Tres Diecinueve
3:19 am.
La vida es desesperación; gritar, ensordecer hasta no poder sentir, olfatear el tacto del otro, la desesperación es una frustración atrapada entre la dermis. A diario, y durante tanto tiempo, me he debatido por demostrarle al mundo que puedo dejar de ser un miserable estando a tu lado, que puedo ser más agradable, más sonriente, con piel más suave, pero esta madrugada confieso que dejo tu corazón. Lo dejo porque lo he decidido y simplemente porque me hace daño. No soporto más tu risita en boca de todos. Dejo tu corazón porque soy un celoso y me llenan de rabia las caricias que haces con los ademanes al saludar a la gente que odio: te dejo porque soy un psicópata peligroso a tu lado. Fue gradual pero olvidé cómo tratarte y he olvidado hasta como dirigirme a ti, no puedo encontrar tu rostro aún cuando está enfrente de mí, no siento tus manos, olvidé la clave para entrar a tu cuerpo. Recuerdo las veces en que fui paciente, quizás pocas, quizás apresuradas, pero fui paciente; esperé el momento en el que decidieras hablar, te tendí la cama, sequé tu cuerpo, abroché tu vestido; te escuché cuando decidiste callar. No puedo más, hoy dejo tu corazón.
Estoy agradecido con cada momento a tu lado. Te estoy agradecido porque contigo aprendí a comer comida china, contigo aprendí a comer galletas, a hablar por teléfono, a lavarme las manos; contigo aprendí a caminar, jamás a bailar, pero me enseñaste a dejar de gatear. Que bendición la mía el encontrarte por las mañanas en la cocina, semejante pretensión la mía cuando te enjaulaba en el florero de la sala solamente para admirarte. Descubrí la forma de acercarme a mis miedos: me enseñaste que las arañas no son capaces de atravesar las cobijas, que por más fuerte que fueran los truenos de la tormenta siempre iba a estar ahí tu regazo para resguardarme. Que debía cerrar el refrigerador para ahorrar energía, que existían más canales de televisión además que los de deportes. Tuviste la paciencia de arroparme cuando con mi imbécil tos de perro hacia resonar tu sueño más precioso. Jamás te disgustaste con mi pésimo gusto para elegir cortes de pelo; me acompañaste a los lugares más espantosos sólo por el gusto de querer estar conmigo. Me enseñaste a volar aún afuera de mis sueños, me enseñaste a restar, contaste mis lunares, me hiciste un hombre de bien. Me enseñaste que los pumas eran un equipo de futbol y que no debía hablar mal de ellos enfrente de tu abuelo. Jamás recriminaste mi crueldad contra los bolivianos, te reíste de mis bromas burdas, comprendiste mi falta de argumento. Hoy mírame aquí: me enseñaste a no ser un miserable.
A tu lado he jurado al mundo que no regresaría a la patraña de mi vida. A tu vil lado me burlaba de los que regresaban solos a casa. Contigo podía presumir de lo afortunado que era tener a alguien a quién escuchar. Jamás pensé en mí, quise darte la vida, contigo podía iluminar el callejón más oscuro con tal de traerte el helado de vainilla que tanto te gustaba. Contigo a un lado podía arroparme en las noches más heladas de diciembre. A tu lado no me importaban mis cumpleaños porque poder compartir nuestra vida resultaba por sí sólo un obsequio para mis desgastados sentidos. A tu lado comprendí la ceguera que podía causar la luna si la miras muy de cerca, de la mano tuya atravesé los barrancos más mortales de mis manías altisonantes. Contigo sujetándome fui capaz de atravesar caminando la ciudad, sudamos juntos, brincamos entre los charcos de problemas, nos burlamos de los adinerados, comimos tacos afuera del vips, disfrutamos el paseo en bici taxis, fui tan miserablemente rico a tu lado. Contigo mirándome corrí entre tinieblas, me sumergí entre tus agujeros y jugué al adivino.
De verdad que jamás pude amar tanto a nadie. Soñé entre tus barreras, cerré las ventanas para que el arrogante rocío no te despertara. Me volví un psicótico de la salud con tal de alimentarte bien; me enojaba cada vez que te veía comer frituras, te daba agua de melón, procuraba no tuvieras frio, miraba feo al mismísimo sol cuando éste osaba molestarte. Procuraba leer, leer mucho, informarme, ser interesante; cada día quería quedarme dentro en ti. Aceleré el tiempo, lo detuve cuando quise, me quedé a dormir cuando no debía, le inventé pretextos a tu mamá, engañé a tu papá, engañé a tu familia, te amé con locura y reté a lo que me quedaba de ego con tal de demostrar cuan grande podía ser el amor de un hombre por una mujer. Me hiciste feliz y me destruiste, pastoreé los límites de tus desventuras, estuve ahí para reprimir tus complejos y tus malos modos al sentarnos a la mesa. Odiaba como masticabas el chicle, te obligué a dejarlo, me convertí en un tirano de tus movimientos. Satanicé tu inseguridad, revolví tus sentidos, de la mano tuya te hice creer que podías ser dueña del universo. Te hice suspirar, una vez más te hice reír.
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Destruí las miradas de la gente al criticarnos pero ahora son ellos los que hablan de ti, hablan de tu ausencia. Decidí llamarte, suplicar las cosas que ya olvidé, pedir por las mentiras que me hacían vivir pero en cambio conseguí una mirada de vergüenza de parte de la gente que habla lo que no sabe. Ahora dime qué hago con todos tus recuerdos. Qué diablos puedo hacer con tu manera de tocarme. Es imposible ir por un camino que no me recuerde a ti, es triste y me deprime desayunar en la penumbra de la taza vacía que me dejaste. Ahora mi habitación se ha convertido en un culto bizarro de tu pasada por mi vida, no me atrevo a mover ni un centímetro la ropa tirada que dejaste en nuestro último encuentro. Intenté salir a la calle para buscarte pero el perro al que tanto temo no me dejó atravesar de mi callejón. Me resigno a perderte, me resigno como lo hace quien está mirando a un enfermo terminal porque con tu ausencia ahora soy una piltrafa de un monigote únicamente creado para tu entretenimiento.
Mi vida entera en este último tiempo fue creada para tu diversión. Pensaba en escribir, en escribir algo real, algo entretenido. No puedo traicionar a unos lectores que no me conocen. No esperan nada de mí pero aún así me parece una altanería absurda querer adornar un escrito que no está destinado para ellos. Una mente herida ni siquiera tiene destinatario, en una madrugada tan oscura la desesperación es la ú nica llave que abrirá los sentidos de quién trate de percibir esto. Vulgar forma si pretendiera hacer versos de mi dolor, no podría rimar ni siquiera amargura con tortura, sería un tirano, un merolico, un absurdo de mí. Es por eso que hoy traiciono a esos lectores que no esperan nada de mí y aprovecho para darle una puñalada a mis sentimientos para demostrarle que puedo escribir sin ningún orden e intentar hacerte recordar lo que fui.
Lo que has provocado en mí se trata de un virus inexplicable, una llaga asfixiante que me consume las venas para hacerme ahogar con mi sangre mientras en sueños intento recordarte. El pH se incrustó en mis pestañas, en mis codos, sofoca las muñecas, me hace teclear agónico cada pensamiento que no te he dicho. Ahora entiendo la razón de mi cuerpo pidiendo tus manías, tus gritos y tus formas; eras tú el único equilibrio que podía hacerme coherente, eras tú el único acento que podía hacerme no soez, eras tú mi vida y mi razón para escribir bien. Fuiste tú mi musa de lo inentendible, fuiste tú mi lienzo donde cada noche pintaba desastres con tu sangre carmesí. Fui voraz en mi lirica, encontré la retórica entre tus sábanas, me regalaste el punto y coma. Estoy hasta la madre de fingir que escribo; fuiste tú mi droga, alucinaste mis pensares, malgastaste mi energía, te amé por tus maneras, ahora te odio por tu ausencia, no puedo más, no puedo escribir bien…
Hacia la tesis de un hombre desesperado… 02 de octubre de 2009
+ Nota: Las faltas y errores de dedo de la primera versión fueron intencionales para intentar plasmar la desesperación y la rapidez con la que pasan los pensamientos en un momento así. Ahora las corrijo intentando crear esa desesperación en palabras más absurdas todavía.